PROHIBIDO EL PASO: ZONA DE LUZ
Primera parte
A los muertos
1.
Un poco de luz
para verte en mí
desmoronándome.
2.
¿Qué crueles veredas me has hecho
tomar?
¿Qué sendas?
¿Qué querías de mí, para llevarme?
¿Adónde?
Ahora lo sé.
3.
¿Tierra y lecho
no son lo mismo?
Deja que me quede entonces
en aquella que aboné.
4.
Qué débiles mis pensamientos,
qué inútiles.
Si alguna vez vuelvo a verte,
que sea como los pájaros ven
la Tierra:
altivos.
5.
Suave ha de ser la relación
con el alma,
ignorando toda forma
de pensamiento.
¿Imagino?
No.
Ignoro entonces.
6.
Prohibido el paso: zona de luz.
A los vivos.
7.
Sólo tú puedes sobrevivir
en ese infierno.
¿Qué encuentras en el roce perenne
de tus pétalos?
¿No hay dolor?
¿Qué eres?
Pez.
8.
Nunca el muérdago me fue menos propicio.
Probaré a colgar
en la cocina la procesionaria.
Nunca.
Caminaré bajo los alisos
y recogeré
sus perlas negras.
Probaré.
Caminaré bajo otros árboles.
No sé.
9.
Alguna certeza tengo
sobre mi verdad,
sobre tu verdad.
Nada
sobre la verdad.
Nunca.
10.
¿Me diste la luz?
¿Intentaste liberarme
de la oscuridad?
¿Por qué, a cambio, sólo tinieblas?
10. bis
¿Que me diste la luz?
Vamos.
11.
Dos seres enfrentados por ti, mirándose.
Uno de ellos sobre la tierra,
el otro bajo ella.
Son el mismo ser,
uno el que fue entonces, el otro...
12.
Y de los jirones de tus pétalos y los ramajes
de mi alma,
¿qué?
Y del páramo en que me convertiste,
¿qué?
Suave necesito al ser
que todavía (lo) fui entonces.
13.
Tengo que reiniciarme.
Te ruego que pulses intro, amor.
Me repugnan los lugares que añoré,
las piedras, los senderos...
Y tú, río de mierda,
deja de arrastrar restos a mis playas.
14.
Te he mostrado el camino de mi fin.
Ven, no quiero luz:
prefiero las tinieblas que conoces
tan bien.
Entra.
También aquí abajo hay dioses.
Ven, reconóceme en los símbolos
que tejiste sólo para mí.
15.
Alguien llama a mi tierra.
Si eres tú
deja mensaje en el buzón de luz.
Si no eres,
¿a qué vienes? No vengas
a pisar mi jardín. Aquel,
ya lo sabes,
que aboné entonces.
16.
Si me dieras a elegir,
colgaría los jirones de tus pétalos en forma
de enredadera.
¿Enredadera?
¿Te acuerdas? Ahora lo sé.
En re da de ra.
17.
Me he condenado a ser abajo.
Sin luz, no veré el mañana.
Pero el pasado tampoco.
¿A qué me habré condenado?
18.
Cuando yo todavía vivía
solía llevarme flores a mi tumba.
Tú viniste un día, descalza,
a llevártelas.
19.
Desde esta posición privilegiada
veo pasar las horas cargadas de lluvia
y me digo:
Sólo he conseguido mojarme.
20.
Y no te importó.
Sólo entonces leíste: prohibido beber.
Zumo de luz.
21.
Si me dieras a elegir,
yo elegiría aquella inocencia de creerte mía.
Si me dieras a elegir, elegiría volver sobre mis pasos, a buscarte.
Sin la soberbia de entonces,
volver a verte, elegiría.
Elegiría verte sonreír y emocionarte.
Pero no me diste a elegir.
Tonta.
22.
Regresaré a mis lugares de entonces, o ya el tiempo
los ha ajado y no podrás, resquebrajados
los suelos por donde caminé, ruinosos
los huesos de los muertos sobre los que me apoyé.
¿A dónde regresarás?
23.
De las dos muertes,
las muertes ajenas y las muertes propias,
una sola forma,
la única posible.
Es la propia muerte la que nos conquista,
es la muerte propia.
Esa muerte a la que no sobrevendrá, sin embargo, el castigo
por ignorar a qué conduce,
menoscabada por algo que no se sabe qué es,
segura muerte.
Sin las vacilaciones que tienen las muertes de los otros,
responsabilidad
de los otros, desolados.
24.
I
Muchos son los días que hemos pasado juntos,
muchos los placeres y muchos los rastros
que me has enseñado a seguir.
Ahora los comprendo.
Después de todo, bajo la luz me he preguntado: ¿Existes, o fue tu cuerpo
un sueño?
No importa.
Sé, ahora lo sé, que siguiendo tus huellas he encontrado
no las tuyas
sino las que he buscado tanto tiempo.
Te deseo, y te deseo suerte.
II
Me he visto en ti, tú dispersa.
Me vi hace tiempo, creyendo
que era el mar, ¿el mar?
A ti, velero,
te deseo buenos vientos.
Y si a pesar de todo no atracases
en buen puerto, tú dispersa,
acuérdate de mí.
Ahora me veo creyendo
que soy tierra.
III
Habrá un lugar para ti
junto al faro que alumbró aquel mar, ya muerto.
25.
Donde las horas, impasibles, mojan las sílabas de mis nombres.
¿Cuántos somos en tan angosto cuerpo?
¿Soy yo practicando la ventriloquia?
¿O liebres que distribuyen su ser en los míos?
26.
¿Son palabras las que fluyen,
palabras de baja entalpía?
Aquí abajo no es tuyo el amor.
27.
Sé como una luz que no puede mantenerse encendida,
y entonces ven.
Sólo esa condición me exigen para dejarte bajar.
Espero no puedas cumplirla.
28.
No dejéis que sienta el peso de su cuerpo en mi tierra,
no dejéis que el cobijo de vuestras raíces le dé cobijo,
no dejéis que beba de vuestra savia.
Lo conozco y es insaciable: soy yo.
29.
Desde esta posición privilegiada
siento cómo las raíces de los alisos crecen,
las horas cargadas de lluvia obligan a tus pies a hundirse,
descalzos siento el peso.
30.
Donde no estabas, cuánta paz.
No encuentro forma alguna de expresar mejor aquello que sentí entonces:
permíteme el plagio, y denúnciame si quieres a la familia de Mario Luzi.
Chivato.
31.
Aquí, bajo la luz,
espero a que el peso de tus pies
se cuele por debajo
de la tierra...
32.
Cuento con pasar la eternidad bajo las raíces de un aliso,
sabiendo que tarde o temprano
vendrás
para arrancar de cuajo el árbol.
Pienso que entrarás a través de la savia de este árbol.
Vendrás.
Bien sé qué es lo que buscas.
33.
El afán inútil que me estrella contra ti,
el afán salvaje de zaherirme, el afán imbécil.
Una y otra vez.
¿No hay fin?
¿No hay sosiego en este mar que ya no soy?
Dejad, olas, de romperme,
de mí ya no queda casi nada.
34.
Supe de la herida antes que del zarpazo, grizzli.
35.
¿Pudiste suponer que aguantaría,
impasible,
como la encina de dos savias,
protegido?
¿Cómo pudiste suponer que aguantaría?
36.
Llanto por la ternura donde, inútil,
una terminación de logros hallo.
PROHIBIDO EL PASO: ZONA DE LUZ
Segunda parte
A los vivos
37.
(Lechuza)
No importa que estés mirándome, soy ciego. El paso de la luz
está prohibido en mi jardín.
38.
(Humedad)
Cantidad de dolor contenido en el alma.
39.
(Hueso)
Hay algo en mí que no se desmorona,
en mí está aquel.
40.
(Hielo)
Elegí la bruma y caminé pegado al suelo. El frío
me congelaba y me protegía. Me daba y me quitaba, yo era
la sombra que tú tejías y destejías. Hasta cuándo
no importaba, condenado ya
a no saber.
41.
(Dualismo)
Quién es esa tercera que se esconde,
aquella a quien siempre he perseguido,
aquella que me mantiene tras sus pasos.
Estoy agotado.
42.
(Duplicación)
Hasta los huesos sé que me duplico,
las lesiones que tú tienes yo padezco.
Soy yo quien define este conflicto,
aquel que me anula la conciencia.
43.
(Fósil)
Evidente.
44.
(Fría)
Desayunando, le pregunté:
¿Puedo abrir la caja de los conceptos?
No. Me dijo.
Envenenado ya estás
por el lingüista.
45.
(Faisán)
Las cosas que más apetezco,
aquellas que están llenas de sí mismas,
siempre se me han dado en dos mitades:
escindidas.
46.
(Esfera terrestre)
Este oscuro hemisferio donde habito,
oculto como el agua subterránea,
fluye a veces incendiado
por el hierro incandescente de tu sexo.
47.
(Escudo)
Dudo de la armadura al protegerme,
del inútil deseo donde me hallo.
Combatiente, me ofrezco, vencido, ante la muerte,
señal fehaciente de mi ser desmoronado.
48.
(El comienzo)
I.
Sé que alguna vez será jardín aquello que pisé.
No puedo haber destruido tanto.
No estuve en tantos sitios, no pudieron verme tantos testigos, no debieron creerlo los
[amigos.
Sin defensa me enfrento a varios juicios.
Pero no estuve en tantos lugares.
Difícilmente, si tan ebrio.
Si tan ebrio.
Los testigos de qué, los amigos de quién, los lugares de dónde,
cuando al fin encuentro aquel lugar donde encontrarme y lo convierto en un lugar de
[encuentros.
Si tan ebrio.
Descubro aquel lugar y no descifro, y siento y lo siento
perdido.
Y sé que no me importa, si lo pierdo, y sé que abdico y que conquisto y que mis huesos
[no son mi alma y que las piedras sí,
pero no juzgan pero absorben y no juzgan pero acogen.
No puedo haber destruido tanto.
No tuve las manos, no las tuve.
No tuve defensa, ni supe que debiera defenderme, de qué.
No tuve ojos, no los tuve.
No tuve piernas, ni las quise, aunque anduve y volví a mí, por fin, entre las piedras, por
[fin, sabiendo que me quedo.
Y no importa si será aquello jardín.
II.
Sé que jamás será jardín aquello que pisé. Fue soberbia, aquel comienzo.
Si tan ebrio.
Quise construir, debo saberlo. Si capaz, he de intentarlo. Si tan ebrio, quién creerá.
Si fui capaz de construir, y si no, no importa, si siempre estoy comenzando y si todo es
[el principio.
Nunca fui el primero, y si todo es el principio, yo no estoy, ni estuve, ni fui capaz de
[construir, y si no lo fui, qué importa.
Quizá ahora, aquí, en este momento, pueda de una vez abrir, por fin, las puertas.
III.
No sé por fin si mis esfuerzos tendrán algo de mí, he de agradarme o agradarles, o no, si
[es por mí, si fui o no.
martes, 22 de diciembre de 2009
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